sábado, 3 de marzo de 2007

Pelar la Pava

PELAR LA PAVA


En aquellos años pelar la pava era hablar con tu novia en la puerta de tu casa por la noche, momento que aprovechabas para darle un achuchon sin la presencia del suegro y de la suegra, que estaban siempre controlando la situación. Visto de esta forma parecía como si ellos no hubiesen roto nunca un plato, o sea, que nosotros veníamos al mundo por la gracia del espíritu santo.
Pero para llegar a esta situación tenias que pasar por un proceso; primero sufrir un flechazo y después pasar a la acción. Entonces la seguías persistentemente los domingos por la tarde en el paseo y a ver si tenias la suerte de que ella sintiera lo mismo que tú, el mal de amores, y tener paciencia que siempre se ha dicho que es la madre de la ciencia. Conseguido el primer paso ahora tocaba aguantar el chaparrón de todos los vecinos al hacernos el eje de toda la comidilla del pueblo. ¡El siguiente paso tenia migas! hablar con el padre de la muchacha cuando por fin te decidías, previa complicidad con la suegra y la novia que ya habían suavizado con el suegro el momento crucial. Entonces entrabas en casa y lo normal era sacar tu petaca y ofrecer tabaco al que podía ser tu suegro en un futuro, después el interrogatorio y más tarde los consejos. Superado todo el formulario y obtenido la bendición de tu suegro habías adquirido el derecho de entrar en casa de tu novia. No era lo mismo pelar la pava en la calle en una fría noche de invierno que sentado en la mesa acompañado de un buen brasero, eso si, al darle la vuelta al brasero había que te tener cuidado pues te podías encontrar una mano en posición delicada, o algún miembro con cabrillas. Por cierto al llegar a este punto me viene a la memoria cierta historia que corría de boca en boca en nuestro pueblo: contaban que antiguamente en las mesa camilla se estilaba que las enaguas llevaran unos cortes que se cerraban por una botonera, mira por donde cierto caballero, cuyo nombre no viene a cuento, estaba haciendo juegos malabares con su novia cuando fueron sorprendidos, el hombre, con mucho disimulo, se abrocho su bragueta y al levantarse para despedirse se llevo las enaguas de la camilla para gran sorpresa suya y la de todo los presentes, que no pudieron evitar alguna sonrisa. Los noviazgos solían ser muy largos, pues una economía maltrecha obstaculizaba la tarea de formar un hogar. Este era uno de los muchos motivos que te inducían a la emigración, juntarse era un pecado y dejar a la novia preñada un escándalo, era deshonrar a la familia, ¡que tontería mas grande!. Otro punto grave era que tus suegros no te quisieran porque el uno o el otro fueran pobres, que era lo mas normal en aquellos tiempos, de alguna manera a veces se casaban sin amor inducidos por los intereses. Eran los matrimonios de conveniencias por eso a veces podías ver mujeres hermosas casados con tíos que físicamente daban pena, o viceversa, aunque en honor a la verdad, la verdadera belleza es la que lleva por dentro el ser humano.
fontenla

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