sábado, 3 de marzo de 2007

Las cuatro esquinas

LAS CUATRO ESQUINAS

Aquellas noches inolvidables en las cuatro esquinas donde poco a poco, después de la cena, nos íbamos juntando toda la juventud mientras nuestros mayores sacaban las sillas al fresco en las puertas de sus casas.
Mientras nosotros alternábamos nuestros juegos la noche invitaban a jugar al escondite amparado en la oscuridad. Otro juego estrella era ir a buscar gamusino, pero para esto tenía que darse alguna circunstancia; que entre los asistentes hubiera alguno que no supiera de qué iba la cosa, o que hubiera un forastero, a veces hijos de guardia civil recién llegado al pueblo. La oscuridad también era propicia para jugar al rey cojo y otras veces al chicuento.
Otros hobits era contar chistes, sobretodo que fueran verdes, que de alguna forma ayudaban a despertar nuestra sexualidad, tema tan tabú en aquellos tiempos. O también podíamos tocar temas de víboras, alison, culebras, lagartos y alacranes. O historias fascinantes que ha veces te dejaban sobrecogido como las pantarujas, que solían aparecer en los callejones y sitios poco frecuentados. Decían que las pantarujas eran gente disfrazada para no ser reconocidos con tal de poder reunirse por cuestiones de amores imposibles, cuernos etc. Pero haciendo honor a la verdad yo nunca vi ninguna. También podíamos contar historias de cementerios que hacían que se te levantara el bello. También matábamos el tiempo hablando de nuestros primeros amores, de la chica que a ti te gustaba y que no tenias cojones de decirle nada pues en cuanto la veías tu corazón latía de forma apresurada, tu garganta se secaba y te ponías rojo como una amapola si ella te miraba fijamente. Cuántos amores se quedaron tan solo en eso; miradas, y luego a través del tiempo te enterabas que esa chica sentía por ti lo mismo que tu por ella.
Cuántas veces nos regaron con un buen cubo de agua fría porque nos quedábamos hasta altas horas de la madrugada charlando y riendo de nuestras ocurrencias.
También hablábamos de nuestro albun de fútbol, que coleccionábamos del famoso chocolate LA COLONIAL S.A. que yo compraba en casa de la Rafaela la del estanco. Otros temas podían ser las novelas del Oeste de Marcial Lafuente, Estefanía o Fidel Prado y policíacas del FBI mientras las niñas leían de amor de Corin Tellado . Tampoco podemos olvidar los TBO de Pulgarcito, Mortadelo y Filemón, las hermanas Gilda, Zipi y Zape, Roberto Alcaza y Pedrín, el Capitán Trueno y Goliat el Jabato. Todos recordaremos a aquella Sra. que vivía en la C/ del Campo que creo que había leído todas las novelas habidas y por haber y para no volverlas a leer las firmaba como “Margarita Ladrón de Guevara”.
En fin son tantos los recuerdos que afloran a mi mente que me invitan a seguir, pero es mejor dosificarlos e ir desgranándolos poco a poco.
Este relato se lo dedico a todos mis paisanos y, de una manera muy especial, a los de mi generación.
Fontenla

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